pesada en kilos de mudeza.
Aspirante de aquella palabra
Que recobre a su memoria
La señal del tiempo que aún no está extinto;
Enterrada y clavada a su cruz con firmeza.
Se abrió paso a la entera naturalidad,
Ni milagro, ni casualidad;
A partir del encuentro que consumaron.
De su piel se despojaron.
Ni miradas deslucidas, ni muecas simulantes
de una perpetua "felicidad " ya caducada.
Se extinguieron los espacios huecos,
Los dedos de sus manos se hundieron en su carne,
Besos, mordidas y caricias pujantes,
Arrancaron de su piel al hondo recuerdo
Del falso abandono siempre repetido,
Temblorosa y extasiada,
En su mano recibirá, nuevamente,
La estafeta de una carrera viciada.
Maratón de memorias no recobradas,
No entendidas, no significadas.
Impetuosas de econcentrar su modo de salir,
Salpicadas en verborrea
Mancharon la piel de su alma entera,
Entregada al desnudo de la luz.
Se extinguieron así, las luces falsas,
las velas quemadas
ahora solo brillan las estelas antiguas,
las verdaderas,
las que siempre brillan o se opacan
con toda la suma de su naturalidad.
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