miércoles, 8 de abril de 2020

Se llama Maria Elena.

Rondaba aproximadamente los treintaicinco años, su complexión era entre robusta y curvilínea, con muslos gruesos y marcados y con una cintura muy marcada, y sus escotes dejaban ver muy bien el tamaño de sus tersos pechos, su cabello era ondulado y oscuro largo hasta la cintura, su rostro era afilado y de pómulos marcados, labios gruesos y carnosos, no tenía necesidad de usar labial, su mirada, con ojos color avellana, era firme  y seductora, su aroma era como de frutas cítricas  y flores, solía usar vestidos con volado y cortos para poder presumir esos muslos que tanto me enloquecían...
Así fue como la conocí.

Yo me dirigía hacia mi casa, pasando por una plaza en el centro. Pase por  un local que no exhibía ninguna mercancía, me pareció curioso, pero no le presté atención, pase de largo  y entonces una voz me llamó:
-¡Hola!... caballero, ¿que va a llevar el día de hoy?- Me dijo  mientras guiaba sus ojos hacia dónde estaba yo.
Regresé mis ojos para atender a quien me llamó, me detuve unos segundos para observar el local, y al percatarme de que no había mercancía a la vista, respondí -¿Cómo podría decidir lo que deseo comprar si no estás mostrando tu mercancía?
Se rió muy sutilmente, -No prestas atención a los detalles, la mercancía esta delante de tus ojos-
Su respuesta me extrañó, puesto que lo único que estaba al alcance de mi mirada era ella, entonces  encorve mis cejas y mientras una pregunta aparecía en mi mente -¿Se estará refiriendo a si misma?-
Al notar mi reacción comenzó a caminar hacia mi persona, acentuando sus sinuosas caderas a cada paso. Verla moverse así me despertó una sensación cruda en mi bajo vientre,  mi respiración se volvía más profunda a cada paso, y mientras ella se acercaba, podía yo notar ese aroma de su perfume. Al llegar hasta dónde estaba yo, me tomó del brazo y me llevó adentro del local.

El lugar estaba iluminado con una luz cálida, con sillones al rededor y mesas de café frente de ellos.
-Toma asiento, ¿te gusta el café?, te prepararé una taza mientras te vas poniendo a tono.-
A los minutos regresó con una humeante taza de café, puso delante de  mi la taza y una charola con leche, crema, y azúcar. Me dispuse a prepararme la taza de la manera que me gusta beberla, entonces comenzó la charla

-Te veo pasar por aquí muy seguido, pero nunca pasas a ningún local, siempre vas muy aprisa-
-Si, por qué siempre voy hacia mi casa, me gusta caminar después del trabajo, ahora que veo este lugar, pienso que es una pena no haberlo visto antes.- clave  mi mirada en ella, esperando por su respuesta, estaba seguro que algo sucedería con esa mujer.
-Si bueno, pero cada cosa tiene su momento y ya estás aquí.-
Sin más ni más dio la media vuelta  y regresó al lugar desde dónde me habló antes de entrar.

Probablemente me había equivocado y sólo se trataba de una mesera más en cacería de comensales para su cafetería, aunque yo no pedí ningún café, alguna cortesía por tratarse de mi primera visita, aún así no quería perder la oportunidad de tener más acercamiento con ella.

-No me has dicho tu nombre- dije alzando la voz para que me escuchara desde mi lugar.
-Tu tampoco, así que estamos a mano.-
-Alejandro, ese es mi nombre.-
-No  pregunte cuál es tu nombre, no necesito saberlo- Respondió con un tono severo.
Fue entonces que comencé a alterarme -Disculpa, pero al menos, por cortesía ya que yo no deseaba entrar aquí en un primer lugar, pero no te preocupes, entiendo y dejaré de  molestarte- respondí de la manera mas seca que me fuese posible. termine mi taza de café  y al tiempo la chica me dijo que no era necesario pagar ni dejar propina, pero que me retirara de una buena vez.
La manera en como se expresaba me estaba molestando cada vez más, trataba de contener mi enojo, pero era  muy notorio, aún más cuando tenía esa sensación de certeza  que me indicaba que algo sucedería entre ella y yo.
Me levanté rápidamente, evitando hacer espavientos, pero mi rostro me delató, ella notó que ya me encontraba molesto.
Al pasar a su lado ella me detuvo y me entregó un papel con su numero de teléfono. -María Elena, ese es mi nombre, llámame un día de estos, se dio la media vuelta y cerró de golpe la puerta.

Los días siguientes la tuve muy en mente, todos sus detalles me excitaban, y algo en su actitud me hacia sentirme furioso, pero aun así me resultaba muy seductora.
No espere muchos días para llamarla, yo tenía en mente una sola cosa: tenerla en mi cama.
-Hola María Elena, soy Alejandro, el sujeto que estuvo en tu  café hace unos días-
-Ya te estabas tardando en llamar, ¿qué deseas?-
-A ti- le dije sin rodeo alguno.
-Bien pues vas a tener lo que deseas entonces, salgo a las seis, pasa por mi y veremos a donde ir.- colgó inmediatamente terminó de hablar.

Dieron las seis de la tarde, llegué a su café, ella estaba terminando de cerrar.
Sin más rodeos, le indique quería que pasáramos a un bar para beber un par de copas antes de llevarla a  mi casa, minamente para entrar a tono, posó sus ojos en los míos  y de una manera  muy fría asintió.

Mientras estábamos en el bar, no hubo mucha conversación, solo esa tensión sexual, ese erotismo que iba y venia entre los dos, aún así  degustábamos muy lentamente nuestras bebidas, para saborear más  la anchura de sus caderas. Fue al rededor de una hora  y cuarto el tiempo que estuvimos ahí, terminamos nuestras copas a la par, pagué la cuenta  e inmediatamente salimos del lugar.
No se encontraba lejos de  mi casa, por  lo que no tuve prisa alguna para llegar, al rededor de unos quince minutos para llegar, quise minutos que se volvían mas fuerte mi ímpetu de recorrer con mi lengua todo su cuerpo.

Al momento de llegar a mi casa, se abalanzó bruscamente hacia mi, mientras se iba quitando el vestido hasta que se frenó en seco, exigiendo que yo también hiciera lo mismo, expresándose de una forma tan demandante, me generaba algo de ira, sin embargo accedí a su petición.
Mientras me estaba desnudando ella comenzaba a tocar sus pechos, y rosar su genital, pero su mirada seguía firme y severa, lo que me causaba más enojo.
Al momento de estar completamente desnudo me acerque a ella para intentar tocarla, para lo que ella se negó, haciéndose hacia atrás, me enojé aún más.
-De qué se trata esto ¿acaso estas jugando?- respondí mientras le alzaba la voz.
Entonces se acercó y me permitió comenzar a tocarla. Rose su cuello, su torso, sus pechos, sus firmes nalgas  y al momento de acercar mi mano hacia su genital, nuevamente se negó.
-Si no deseas estar aquí no me hagas perder el tiempo, que tampoco tengo necesidad de estar tolerando indecisiones, ¿Quieres  o o no?- Respondí mas severamente que antes.
Se mordió los labios, comenzó a hacerme una tocar mis genitales. -No contengas más esa ira, esa frustración, úsala a tu favor  y complaceme.-  al decir eso fijo nuevamente su mirada con esa expresión seca, pero ahora tenía un tono retador.-
Entonces esa sensación de enojo y frustración se convirtieron en pensamientos, ideas que me enfurecían.
Arremetí contra su cuerpo, me puse en cuclillas mientras a ella la recosté en el sillón, le separé las piernas  y enérgicamente comencé a lamer su vagina y rosar sus muslos y tan pronto comencé a hacer esto sus fluidos comenzaron a humedecer mi rostro.
Levante mi rostro para ver el de ella: agitada  y con una expresión de rigor que me embruteció, subí mi rostro hasta el de ella y la compensé a besar salvajemente mientras la masturbaba mientras la ira me invadía, entonces procedí a penetrarla, envestí su cuerpo repetidamente  hasta que me empujó contra el suelo, acomodó sus caderas sobre  mi pelvis y comenzó a moverse enérgicamente.
Mientras tanto, el enojo se convertía en imágenes que me invitaban a tocarla de manera más lasciva, recorría con mis dedos sus pellos, lamia sus pezones, mordía su cuello y besaba sus carnosos labios, en un intercambio de caricias que sustituían golpes, durante un largo rato hasta que llegamos al clímax de nuestro acto.
Al concluir ambos  estábamos tan agitados que nos tomó un rato recuperarnos.
Una vez repuesta, se levantó, se vistió mientras yo la miraba, no dirigió palabra alguna, se dirigió a la puerta y antes de salir, dio la media vuelta  para dirigirme nuevamente esa mirada que tanto me enfureció, para despedirse con un guiño.

Cuanto placer encontré en la irá que me produjo esa mujer, no hubo necesidad de agresiones, por que ambos deseamos que eso fuera, para usarla a nuestro favor y deleite.

Estoy pensando en llamarla de nuevo, dentro de algún tiempo.



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