domingo, 5 de abril de 2020

De cerca y de lejos: compañia.

Ha pasado tiempo ya desde que regresé a mi ciudad natal y el bancho y yo hemos podido mantener la misma cercanía de siempre aunque no ha habido manera de podernos frecuentar tanto como antes, ya que las circunstancias no lo permiten, sin embargo hemos mantenido comunicación frecuente, como es natural entre los amigos, pero últimamente se da más por mi parte que por parte de él, debido a ciertas dificultades que he venido atravesando y el me ha brindado su escucha.

Los últimos meses he pasado por una serie de cambios tan simultáneos que no los he podido manejar de  la mejor manera, todo esto ha despertado en mi variedad de sensaciones y pensamientos que provocan que valla más allá de lo que en realidad ha sucedido, y he recurrido a él para pedirle su  escucha y yo poder dejar de sentir presión al menos por un momento.
Estaba pasando por dificultades familiares  y económicas, problemas que son propios de la  edad que estoy viviendo, pero por más naturales que sean estos problemas yo no sabía que hacer con ellos, recurrí a  mi amigo para comentarle todo esto, y cuando terminé de hablar se dirigió a mi, con firmeza  y serenidad -Mira, Julio, éstos son problemas por los que todos pasamos, no es un asunto que se reduzca solamente a tu persona, tienes que solucionarlo, yo te puedo escuchar cada vez que tengas problemas, pero yo no puedo hacer más que eso, lo demás te corresponde a ti, entiéndelo- no pude contestarle más que un intento de decir algo similar a lo que me dijo, y es que se bien que todos estos asuntos me los he acarreado yo mismo y me corresponde a mi resolverlos, todo lo demás que decía eran excusas disfrazadas de explicaciones innecesarias para poder librarme del temor que me generaba hacerme cien por ciento responsable de mis asuntos, aún así, por tontos que fuesen mis argumentos, él me escuchó, procurando no darme la razón, si no más bien demostrarme lo equivocado que estaba.

Así ha sido en repetidas ocasiones, con subidas y bajadas, momentos en los que puedo ver cabalmente lo que hago y puedo tomar mis propias decisiones y otras en las que me dejo entorpecer y sobrellevar por mis pensamientos.
Todas esas sensaciones no me resultaban para nada agradables, pero lo que menos me gustaba era pensar que estaba abusando de la confianza  y compañía de  mi mejor amigo, de eso no se trata una amistad, entonces se despertó en mi el deseo de tener la sensación de simpleza, poderme reír de cosas que parezcan tan vanas pero que nutren tanto, de sentirme libre de mi inmadurez y estar más relajado.
¡Carajo!, que costoso me ha sido.

Después de tantas conversaciones sobre todas estas situaciones, pudimos vernos, lo acompañe a realizar unos encargos que tenia que hacer, después de ello fuimos a el café en el que nos hemos reunido por años, el lugar estaba muy solo, un par de personas en las mesas interiores, y en el área exterior, un par de chicas  en una mesa y en otra Bancho y yo. La conversación que teníamos era variada  y sencilla, hasta que se percató de la presencia de aquellas chicas, Bancho intentó iniciar conversación con ellas para tratar de hacer una conversación entre los cuatro, pero una de ellas respondió muy hoscamente, quizás pensado que ese intento de aproximación tenía otras intenciones. Eso fastidio un poco el momento, por lo que decidí invitarle una pizza, el complementó la cena con un par de cervezas; ya era una costumbre: pasar por café y después por cervezas.
Al momento que regresamos a mi hogar, nos quedamos en su coche conversando por largo rato, ahora el asunto se trataba de Bancho, eso que sucedió en el café lo fastidio un tanto, pues ha tenido roces así muy seguidamente  y ya se estaba sintiendo cansado de eso, en ese momento me dispuse a escucharlo, y tratar de ofrecerle algún consejo. Despues de una muy larga y constructiva conversación se retiró un poco más tranquilo.

Al día siguiente me quedé pensando en esa conversación, por una parte me sentí tranquilo por que al final lo noté calmado, además de que pude ofrecerle a mi amigo, mínamente lo que pude darle, mi compañía, pero por otra parte sentí un dejo de culpa, él durante los últimos meses constantemente me ha brindado su escucha y ya sabía yo, por palabras de él, que a ratos no la pasaba del todo bien, nada que lo derrumbe ni que sea algo preocupante, pero aun así  tenia uno que otro sorbo amargo de vez en cuando, no es algo que deba evitare, pero poder darle escucha a sus asuntos es algo que podría dar tranquilidad y reflexión.

Días después mi malestar me comenzó a aquejar nuevamente, trate de controlar mis sensaciones, me sentía con una opresión en el pecho, muchos pensamientos invadían mi mente y no me sentía para nada tranquilo, aun así insistí en tratar de controlarme. Más tarde recibí una llamada de  Bancho invitándome a salir, pero no pude acompañarle en esta ocasión, me sentí mal por rechazar una invitación de  mi mejor amigo, más cuando en estos meses me ha acompañado tanto, le regresé la llamada minutos después para conversar sobre lo que estaba sintiendo, me escuchó y aconsejó pero ahora con un tono mas severo. -Julio, ya arregla esto por favor,  ya ha sido mucho, yo igual voy a seguir escuchándote, eres mi amigo, pero ya en verdad fue mucho, ya no somos adolescentes para seguir haciendo éstas cosas de ésta manera, ya somos adultos  y necesitas entenderlo, esto no es algo que tengas que pensar mucho, simplemente se toma la decisión y ya- 

Nuevamente sus palabras me dejaron pensando sobre  mi y mis acciones, a partir de ese día decidí que los asuntos que no tienen que ver conmigo, si no más bien que son exclusivos de mi familia, no les dedicaría mayor importancia, ni cargaría con asuntos que no son míos, si bien se trata de  mi familia, no puedo quedarme sosteniendo lo que no es mi responsabilidad.

Pasó aproximadamente una semana, mientras seguíamos manteniendo comunicación por medio de mensajes, -Hola Maricotas, estoy pasando cerca de tu casa, ¿quieres acompañarme a un encargo?- no titubeé en decirle que si, me hacia falta verlo. No pudo evitar avergonzarme  públicamente con sus típicas bromas ácidas, aunque si me dieron pena todas las bromas que me hizo en ese momento, la verdad es que si pase  un buen rato, cosa que estaba haciendo falta desde hace tiempo.
Más tarde, me contó que hace unos días sucedió algo que no lo hizo sentir del todo bien, eso pasó el día en que me llamó para salir y que no pude acompañarlo, y que en esa ocasión solo necesitaba no escuchar problemas de los demás, pero aun así me escuchó, recalcando esto nuevamente: por que somos amigos.

Me detuve a pensar en que frecuentemente, cuando me dejo llevar por todas estas sensaciones, no pienso en como se encuentran los demás, si es una prioridad hablar de mis asuntos  de manera infantil, o si la persona a quien acudo necesita algo de mí.
Eso me generó algo de culpa, puesto que ya venía pensando que no era justo para un amigo tener que escuchar problemas del otro siempre que conversan, y yo ya me había fastidiado de no poder dirigirme a él sin tener de otra cosa que hablar más que problemas, solo deseaba volver tener momentos de simpleza acompañado de Bancho.

Pero algo le he vuelto aprender aquel hombre, algo que ha demostrado siempre: como se mantiene una amistad.
Estoy muy agradecido por poder aprender eso en estos momentos de mi vida.

Quizás Bancho ya lo sabe, no recuerdo si se lo he dicho o no, pero por mucho tiempo quise tener una amistad como la que hoy tengo con él, y aunque a veces no es posible vernos, sé que la compañia que nos ofrecemos se mantiene de cerca  y de lejos.

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